Nadie imaginó jamás que Maximiliano Valenti podría estar metido en una situación como esa. Él mismo no lo creía. El médico brillante, admirado por su talento y su precisión, estaba ahora encerrado en una celda fría y opresiva. Las horas se sentían como días, cada minuto una muestra de lo absurdo de su situación. ¿Cómo había llegado a este punto?
El ruido metálico de la reja al abrirse lo hizo levantar la mirada. Sus ojos, cansados y oscuros, se encontraron con la figura de una mujer que avanzaba con decisión hacia él. Amelie. Su ex prometida, ahora estaba ahí, con los ojos llenos de lágrimas y una mezcla de incredulidad y preocupación que se dejaba ver en cada pequeña parte de su rostro.
—¿Amelie? —preguntó, sorprendido, mientras se levantaba del banco donde estaba sentado.
Ella no le respondió. Sus pasos se aceleraron hasta llegar frente a él, y lo abrazó con fuerza, como si quisiera contenerlo todo en ese gesto. Maximiliano tardó unos segundos en reaccionar demasiado sorprendido de v