— ¿ Sabes lo que pasa ? — Mara no conseguía verle la cara.
Estaba sentado en su sillón, perfectamente cubierto por la oscuridad del rincón.
— Pasa que las acciones tienen consecuencias. —
Dejó el teléfono por el que estuvo hablando algunos minutos antes, sobre la mesilla.
Las manos de Mara comenzaron a temblar, haciendo tintinear los platos que llevaba sobre la bandeja de madera.
— ¿ Te crees muy lista? — se puso de pie.
Ella caminó hacia atrás, pero pronto la alcanzó.
— Estarás contenta… me acaba de llamar el sargento de policía, no hay nada más que puedan hacer en el caso de desaparición de nuestro hijo.
Le asestó un manotazo a los platos lanzando la bandeja al suelo. La loza se hizo añicos y los guisantes rodaron por el suelo entre trozos de papas y carne.
— No tienen idea de dónde encontrarlo. — Mara no pudo evitarlo y sonrió.
— ¡Ah pero tú sí! — la agarró apretándola por la barbilla.
— Jamás te lo diré.— balbuceó ella con dificultad.
— Lo sé. Eres una perra testaruda,