El gran día era inminente. Ya no había lugar para más ruegos ni retrasos. Los familiares cercanos de Dairon comenzaron a descender sobre la mansión.
Lo colmaron de besos, abrazos y felicitaciones por su nueva boda. No faltó quien añadiera.
— Te mereces una buena mujer, luego de la última arpía.
Él solo sonreía, dándole la bienvenida a todos en la puerta. Creía que estaban todos cuando un coche azul descolorido se dibujó en la distancia.
De el bajó una señora bajita y canosa. Con un vestido rosado y un ramo de lirios entre los brazos. Dairon corrió hacia ella.
— ¡Tía Lily!— La abrazó con fuerza.
— Querido sobrino. Ha pasado demasiado tiempo. Siento no haber podido asistir a tu primera boda, pero aquí estoy ahora.
— Es tan bueno verte. Me has hecho mucha falta.
— Dime, ¿ soy la última en llegar?
Dairon asintió.
— ¡Demonios! Eso significa que ya está toda la familia de tu padre allá adentro.
— Si. — Dairon sonrió, consciente de que su querida tía materna no tenía mucho que ver