—¿Sigues enojado conmigo? —inquirí al ver a Aidán otra vez.
—Nunca estuve enojado.
—¡Vamos!, te conozco demasiado, desde la mañana estás coqueteando con una de las chicas del servicio para darme celos.
—No todo gira a tu alrededor, Eva.
—Lo sé, pero tú no puedes vivir sin mi. —Lo tomé por el cuello y subí mis piernas a sus cintura.
—Esto no funcionará.
—Yo creo que sí. —Tomé su boca y aunque se resistió por unos segundos cayó como siempre.