Lo primero que debía hacer, era romper mis cadenas. No aguantaría mucho tiempo en esa posición, además, podía ver que Carol también sufría.
Sus cadenas estaban al mismo nivel que las mías, pero yo era un poco más alta, por lo que la punta de mis pies podían rozar levemente el suelo. Ella no. En sus brazos había señal de sangre seca. Parecía tener muchas horas en la misma posición.
Hay que hacer algo.
Calma, loba. Aún no es el momento. Te prometo que te dejaré jugar con él todo lo que quieras.
—Hay personas que creen que los rituales se deben hacer de medianoche, pero yo no soy así de crédulo. Para empezar, ese lobo tuyo debe estar buscándome —comenzó a mover algunas cosas.
La distancia entre Carol y yo era de unos diez metros, no tan lejos, pero tampoco tan cerca. El brujo estaba haciendo algo justo en el medio de nosotras. Podía distinguir la tiza. No entendía los dibujos que realizaba, pero sabía que el tiempo se me acababa. Intenté memorizar las formas, cada trazo que veía. Absorbí