Había escuchado alguna vez, hace mucho tiempo, que ciertos brujos podían teletransportarse. Nunca creí que fuera cierto, pues decían que necesitaba ser muy fuerte para poder hacerlo. Decían que era casi imposible, que, desde la existencia, solo tres brujos habían logrado hacerlo. Uno de ellos incluso era parte de una leyenda.
Recordaba a mi abuelo, explicándonos con mucho amor y paciencia, todos los beneficios de la magia. También recordaba no estar demasiado interesada, pero Elliot se veía fascinado, por lo que soporté la lección de mala gana.
Sin embargo, Nicholas nos teletransportó sin dudarlo. Ni siquiera jadeó. No se veía sudado, ni pálido. De hecho, parecía muy indiferente. Como si fuera el acto más natural del mundo.
En un segundo estaba en el instituto. Luego solo podía notar la oscuridad a mi alrededor, la magia se sentía extraña, revoltosa. El estómago se me revolvió, con una sensación similar a la que causaban las montañas rusas.
Mis manos seguían aferrando su camisa con fu