Esa noche, Henry estaba de muy buen humor. No rechazó ni un solo brindis de sus socios y bebió cada copa que le ofrecieron.

Mientras tanto, Cristian y yo estábamos sentados en un rincón, como payasos que no le importan a nadie.

Cuando Cristian levantó su copa para brindar, Henry ni siquiera la miró.

Los demás en la mesa se cruzaron miradas y empezaron a burlarse.

—Parece que la familia Savic no sabe lo que ha perdido. El señor Novak les dio tantos proyectos, ¿y ahora que los han perdido vienen con el rabo entre las piernas y quieren los nuestros también?

—Cuidado con querer demasiado; ya saben que el que mucho abarca, pues poco aprieta.

El rostro de Cristian se ensombreció, pero rápidamente forzó una sonrisa.

—Esos proyectos ya están cancelados. Esperamos que el señor Novak nos dé una oportunidad para mantenernos a flote en el mercado.

Henry lo miró con desprecio y luego señaló hacia mí.

—¿Quieren nuevos proyectos? Entonces que ella tenga pues el honor del brindis.

Cristian se congeló, nervioso, y me miró antes de responder.

—A ella no le gusta beber alcohol. Yo brindaré en cambio con usted, señor Novak.

Henry no se movió, manteniendo sus ojos fijos en mí. Nunca perdía una oportunidad para hacerme las cosas más difíciles.

Cristian se puso frente a mí, intentando calmar la situación.

—Fueron esposos, ¿no? No la trate tan mal, yo beberé por ella.

Alcohol de cincuenta por ciento. Cristian bebió una copa tras otra hasta que su cara se puso roja. Finalmente, no pudo más y trasboco.

Henry se mostró asqueado, retrocediendo rápidamente mientras se limpiaba con un pañuelo las manos salpicadas de vomito.

Corrí para ayudar a Cristian, pero él me empujó hacia Henry.

—Pídele disculpas al señor Novak y pídele que ayude a nuestra familia.

Tomé la botella de licor de la mesa y bebí profundamente. Sabía que Henry quería verme así, bebida.

Mi estómago se revolvió violentamente, y las palabras que quería decir se volvieron en algo distinto.

—Encontraremos la forma de pagar las deudas de los Savic. Si el señor Novak no quiere ayudarnos con los proyectos, está bien entonces, que no lo haga.

Al escuchar esto, Cristian se despertó de golpe. Enfurecido, me dio una cachetada.

—¿Sabes lo que estás diciendo? Sin la ayuda de Novak, la familia Savic está acabada. ¿Cómo piensas pagar esas deudas?

Y luego añadió con dureza:

—Nola, ¿sabes cómo murieron nuestros padres?

Mi cabeza comenzó a zumbar. Apenas podía mantenerme en pie y me tambaleé hacia un lado.

Henry, cansado de ver nuestro drama, se burló mientras yo flaqueaba y caía al suelo.

—Dejen de actuar frente a mí. Que mal les queda ese showsito

Luego, sin mirarme, pasó junto a mí. Por el rabillo del ojo, vi que se iba abrazado con Ramona Girard.

Me forcé a reprimir las náuseas, clavando mis uñas en las palmas de mis manos.

Un líquido tibio comenzó a gotear de mi nariz, y Cristian me miró sorprendido.

—Nola, ¿qué te sucede?

No iba a usar mi enfermedad para ganar su compasión, así que respondí con naturalidad.

—Es porque bebí muy rápido, no pasa nada.

El pánico en sus ojos desapareció rápidamente, reemplazado por una mirada de indiferencia.

—La familia Savic se está cayendo a pedazos por tu culpa. Nuestros padres murieron también por tu culpa. ¿Cómo puedes vivir tan tranquila siendo pues tan tóxica?

Sabía que Cristian decía eso porque estaba furioso, aunque antes me trataba muy bien.

Pero su odio hacia mí ahora era real.

De ese evento de hace cinco años, parecía que yo era la única culpable.

De repente me sentí muy cansada. Limpié mi rostro apresuradamente y salí sola.

El sereno estaba muy frio, y no había nadie en las calles.

La sangre se había escarchado en mi cara, y la limpié con la manga. Las palabras de Henry antes de irse resonaban en mi mente: “Showsito”.

De alguna manera, mi cuerpo perdió toda fuerza, y me fui de bruces al suelo.

Sabía que hablaba de lo que pasó hace cinco años.