73. Jugando a las casitas
Leonardo
Mi cabeza aún latía, los nudillos pulsando en sincronía con la rabia que intentaba domar. Subir de nuevo a la suite era el último lugar donde quería estar, pero cuando Magnus avisó que habían llamado al mantenimiento, imaginé lo peor. Tal vez Amber hubiera destruido todo, dando continuidad al caos que ya habíamos vivido. Parte de mí quería quedarse en la oficina, enterrado en reuniones y contratos. Pero otra, una parte terca e incómoda, quería asegurarse de que ella estuviera... bien.
El ascensor parecía moverse demasiado lento, cada piso aumentando mi nerviosismo. Cuando finalmente la puerta se abrió, lo que vi me desarmó. Nada estaba roto, ninguna tormenta me esperaba. Solo una pequeña mancha en la pared, discreta, pero inconfundible: sangre que sabía que ya había sido limpiada por alguien y el papel rasgado, pero no insustituible.
Amber estaba en el sofá con los niños, que reían con una energía que parecía casi fuera de lugar respecto a la tensión que yo sentía. Bella fue