Una angustia incesante

22 de Julio de 1815, Londres.

Los días pasaban y Evangeline se sentía en ascuas, una parte dentro de sí se arrepentía de la manera en la que le había hablado al Conde de Blakewells, no había sido ella misma y le echaba la culpa totalmente a los tragos de whisky que había consumido antes de ir a escuchar detrás de la puerta, pero su lado más atrevido le decía todo lo contrario, tenía la fuerte opinión de que el hombre se lo tenía bien merecido por su descuido y que ella no debía rebajarse a pedirle disculpas o rendirle pleitesía, puesto que ella era la única que había hecho las cosas correctamente al salvar al pequeño heredero de una muerte atroz. Pero Evangeline no se vanagloriaba al respecto.

El licor le había nublado la mente, después de dejar la botella y los vasos donde su prima le había indicado salió de la biblioteca a hurtadillas y se fue a por Amelia, necesitaba escuchar si realmente el conde estaba allí por ella y había sido descubierta, pero cuando llegó al pasillo se encont
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