02 de Diciembre de 1815, Londres
No le dio tiempo de pararse a pensar lo que las palabras de su prima significaban y simplemente actuó por instinto, lanzando a su prima al suelo al levantarse bruscamente de le cama, comenzó a atar su cabello desesperadamente y a sacar con el pie el bolso que tenía escondido debajo de la cama. No le prestó atención a los quejidos de Amelia, incluso cuando había escuchado lo fuerte que había sonado su aterrizaje en el suelo.
‒ Están en el salón de visitas con mi madre ‒ le informó Amelia, era imposible salir por la puerta principal si se encontraban en esa estancia. Evangeline se detuvo un momento para ver a su prima a los ojos, sabía que tenía una expresión de total desesperanza.
‒ ¿Por qué ahora? ¿Qué hora es? ‒ preguntó entre susurros.
‒ Al parecer enviaron la carta cuando ya estaban de camino y no desde su hogar como predijo mamá ‒ señaló ‒. Son las nueve de la mañana, Eva. Yo tampoco supe que habían llegado, pero al bajar a la cocina por una taza d