CAPITULO 33

CAPÍTULO 33

Sus ojos la devoraron.

—Vístete, mi amor…

Elizabeth se quedó inmóvil, mirándolo, mientras la furia crecía dentro de ella. Sostuvo con fuerza la toalla y luchó sin éxito por contener la rabia que la invadía.

—¿Cómo te atreves? —rugió—. ¿Cómo te atreves a venir aquí, después de tanto tiempo, sentarte como si fueras el señor del universo y decirme que me vista?

—Así que me echaste de menos, ¿eh? —comentó el tranquilo.

—¡No, maldita sea! No te extrañe para nada. Di gracias a Dios de que saliste de mi vida.

—¡Cuidado, cara mía! No abuses de mi paciencia. Aceptaré tu arrebato, únicamente porque enviaste de regreso a tu amante.

Se puso de pie, en actitud amenazadora, para pararse delante de ella. Elizabeth se estremeció y retrocedió instintivamente.

—Nick era mi prometido, no mi amante.

—Estás en lo correcto, era… —la áspera risa de Salvatore estaba llena de satisfacción— Y seguirá siendo así el resto de tu vida, amore.

—Sí. Se fue. No podía volver con él después de lo que había
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