CAPITULO 31

—No te preocupes. No me mires así. Lo encontramos, ¿sabes? O más bien, lo que queda de él —le sonrió con gentileza—. Salió despedido del automóvil y cayó quinientos metros, río abajo —se detuvo y observó la expresión desesperada de ella—. Es muy probable que haya muerto antes de que se diera cuenta de qué era lo que había ocurrido.

—¿En… encontraron su… su pistola? — pregunto tragando saliva.

—¿Qué pistola? —la sonrisa de Rocco fue enigmática y no le reveló nada—. No encontramos ningún arma y sus restos no mostraron huella de herida de arma de fuego.

—Pero estoy segura de que yo le disparé —Elizabeth se obligó a confesar con no poco esfuerzo.

—Estoy seguro de que merecía ser baleado—comentó Rocco con tranquilidad—. Es probable que hayas fallado. ¿Qué sucedió?

—Los dos íbamos sentados adelante —recordó —. Serafina estaba llorando. Él ya la había asustado un par de veces. Cuando me negué a exigir dinero por la seguridad de Estéfano, el hombre empezó a vociferar como un loco, fue terribl
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