8.Tú eres solo mía

Capítulo ocho. Tú eres solo mía

Lily se esforzó en no mirar a Athos, lo cual era muy difícil, ya que estaba muy atractivo con su traje gris oscuro, de exquisita confección, que resaltaba su poderoso físico a la perfección, una camisa blanca y una corbata de seda negra anudada a su cuello moreno. ‘Muy bien’, se dijo, ‘es guapísimo.'

'¡Supéralo!’, y se lo repitió hasta que los espectaculares ojos masculinos bordeados de negras pestañas eliminaron ese sensato pensamiento de su mente.

Ella también estaba insoportablemente exquisita. Athos apenas podía contener el aliento al verla. Aquel vestido que había elegido para ella era una locura. El rojo le sentaba de maravilla y ver como caía en cascada por sus curvas preciosas, marcando toda su figura se sintió explotar en sus pantalones a medida.

—Entonces —Lily quiso romper el hielo para espantar sus pensamientos —, ¿Cómo será mi itinerario a partir de mañana?

Sabía que el sarcasmo le sacaría de quicio y aprovechó para jugar con la pacie
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