Capítulo sesenta. Bajo el mismo sol.
El sol de la mañana bañaba la villa Konstantinos en un resplandor dorado.
Los olivos que rodeaban la propiedad mecían sus ramas al compás del viento, y el mar, allá abajo, brillaba con ese azul profundo que parecía pertenecer solo a Grecia.
Era el primer día que Helios saldría al jardín.
Ariadna lo llevaba en brazos, envuelto en una manta color marfil.
El pequeño dormía, con una paz tan absoluta que parecía ajeno al ruido del mundo.
—Nunca pensé que la felicidad pudiera tener sonido —murmuró ella, mirando cómo Andreas hablaba con los jardineros al borde de la terraza—. Pero es el sonido de su respiración… el tuyo… el mar.
Andreas se volvió hacia ellas, sonriendo.
El viento le revolvía el cabello, y había en su rostro algo nuevo: serenidad.
El hombre que una vez gobernó con poder y orgullo ahora se movía con la calma de quien ha encontrado su propósito.
—¿Puedo? —preguntó, acercándose y extendiendo los brazos.
Ariadna le entregó al bebé con una sonr