Capítulo treinta y dos. La máscara de Owen.
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A Britney las lágrimas le corrían por las mejillas. Britney se enorgullecía de ser capaz de hacer frente a cualquier cosa, pero aquello era diferente. No podría soportarlo. Sola, en un país extranjero y despreciada por el hombre a quien amaba… Lloró hasta que el agotamiento la venció y se quedó dormida.
Despertó y durante un instante se preguntó qué hacía en la cama de día. Después de acordó todo lo sucedido.
—Mis más sinceras felicitaciones, señorita Britney — la joven oyó a Cosmos desde algún lugar cerca de los pies de la cama. Y entonces ella se sentó, buscando al anciano.
Britney no tuvo que preguntarle a Cosmos sobre a qué se refería, puesto que ya podía imaginarlo. En aquella villa no pasaba nada sin que Cosmos no se enterara. Sin embargo, a ella le preocupó algo más y le dio voz a sus temores.
—¿Entonces el señor Stratos ya se lo ha contado a