Capítulo treinta y dos. Entre la espada y la pared.
Gael dejó escapar un suspiro.
— No me sorprende. He visto una fotografía suya y ningún hombre con esos dientes puede ser una buena persona.
— Parece que el señor O' Doughlin era un timador de poca monta que usaba su encanto para aprovecharse de las mujeres. Hay un par de departamentos de policía en Europa a los que les encantaría echarle el lazo.
—Pues no va a ser fácil porque está muerto.
—Sí, lo sé.
Pensar en Olivia llorando por aquel hombre hizo que se le revolviera el estómago.
—De modo que era un ladrón.
— Y, por lo que he descubierto, se dedicaba a malversar fondos hasta el mismo día de su muerte.
—¿Malversar fondos? ¿De quién?
—De Praxis Stratos.
— ¡Malditą sea! — Gael golpeó la mesa con el puño —. ¿Estás seguro?
—Completamente. Y tengo pruebas, además.
— Estupendo — Gael no pensaba contárselo a Olivia por el momento, pero iba a contárselo a Praxis.
— Parece que Olivia tuvo suerte d