Capítulo treinta. Destruir a un hombre.
Tyler hubiese matado a Ernesto de no haber sido por la intervención de su aún suegro Fernando y el personal de seguridad del edificio que se tuvo que sumar a Fernando para separar a Ernesto de las garras del inglés.
—¡Cálmate, West! — le exigió Fernando ejerciendo más fuerza sobre el agarre. El novio de su hija se encontraba fuera de control —. No vale la pena. ¡Tyler! ¡Escucha! — lo zarandeó para hacerle reaccionar —. No desgracies tu vida por ese infeliz. Mi hija y mi nieto te necesitan. ¿Me oyes?
Algo en las palabras del magnate hizo reaccionar al chef. Fernando, al notar a su yerno volver en sí por fin, lo soltó. Después, este último respiró con profundidad antes de dirigirse hacia su adversario nuevamente:
—Te voy a denunciar, hijo de la grandísima putą. Voy a destruir tu vida y voy a lograr que recuerdes mi nombre durante muchos años — la amenaza fue clara —. Te arrepentirás de haberte cruzado en mi camino por el resto de tu miserable e