Alexander sacó su teléfono y marcó a Jessica. Su rostro era una sombra oscura.
—¿No le diste un inhalador la última vez? —escupió, tenso.
Jessica se quedó perpleja un segundo, pero entendió de inmediato.
—Sí, se lo di. Un hombre lo recogió en su nombre. ¿Le dio otro ataque? ¿Dónde está ahora?
—Parkgrove Mansion —respondió él antes de colgar.
Jessica se quedó inmóvil.
¿Parkgrove Mansion? ¿Esa chica está ahí? ¿Quién es? ¿Alexander la llevó a Parkgrove Mansion?
¿Tuvo un ataque de asma otra vez… por culpa de Alexander? pensó, horrorizada.
—¿No puede ser más gentil? Me pregunto cuál es el problema entre los dos —murmuró Jessica al otro lado de la llamada.
Después de colgar, Alexander tomó a Maya en brazos y la llevó de regreso a su habitación.
Maya jadeaba con fuerza, respirando de forma entrecortada. Se quedó rígida cuando él la sostuvo. Era como si se hubiera olvidado de respirar… y de mantener el engaño.
¡Esto no puede estar pasando!
¿No debería simplemente echarme por la puerta?
Al men