Las grandes empresas no solo se negaban a reunirse con ella, sino que ni siquiera podía asistir a entrevistas para un puesto de mesera.
Maya estaba furiosa.
Había pasado el día corriendo de un lugar a otro. Además, tenía que apresurarse para recoger a los niños.
Recordó que Terry asistía a la misma escuela que sus hijos.
Compró un cubrebocas y fue a la escuela.
Se detuvo en la entrada y vio a sus pequeños pastelitos alineados, esperando.
Maya agitó la mano y gritó:
—¡Liam, Stella, Tomas! ¡¡Mami está aquí!!
Los tres pares de ojos se giraron al mismo tiempo. Parpadearon, desconcertados. No se movieron.
La maestra preguntó:
—¿Esa es su mamá?
—¡No! —respondió Liam.
—¡No! —repitió Stella.
—¡No! —exclamó Tomas.
Stella se escondió detrás de Liam, asustada.
Maya quedó sin habla. ¿De verdad no la reconocieron con el cubrebocas puesto?
Miró a su alrededor. Terry no estaba.
Entonces se inclinó, se quitó la máscara y preguntó:
—¿Y ahora?
Los tres pares de ojos brillaron.
—¡¡¡Mami!!! —gritaron los