Capítulo 40

La mano de Maya cayó al suelo.

Sabía que era inútil pedirle a Alexander que la ayudara.

¿Por qué la salvaría?

Él quería verla caer.

Quería destruirla.

Pero ella no podía morir.

Tenía tres hijos. No podía dejar este mundo ahora.

Maya intentó incorporarse, aunque sabía que los pacientes con asma no debían moverse demasiado durante un ataque.

Aun así, se arrastró hasta la puerta y se sostuvo el pecho.

Se estaba asfixiando.

El aire quemaba.

Volvió a agarrar los pantalones de Alexander, con lágrimas rodándole por las mejillas.

—Déjame… déjame ir…

No podía morir.

No podía abandonar a sus hijos.

—¿Irte? —Alexander la miró con frialdad.

Se dio la vuelta.

La mano de Maya cayó de nuevo al suelo. Estaba demasiado débil.

Alexander caminó hacia la ventana, se quedó mirando la ciudad y luego sacó su teléfono.

—Llama a Jessica. Alguien está enfermo —ordenó con tono seco.

¿Un médico?

Maya no podía creerlo.

¿Por qué había cambiado de opinión?

Mientras luchaba por recuperar el aliento, una sombra se in
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