114. Alfa de la Tormenta
Todo estaba tranquilo, por el momento.
El aire aún vibraba con energía mágica cuando Dayleen bajó lentamente la mano. Los tres Alfas —Xavier, Sebastián y Cassian— permanecían quietos, paralizados por el poder dorado que los envolvía como una red invisible. Sus ojos seguían a Kenji, alertas, midiendo cada respiro, como si pudieran atacarlo apenas recuperaran el movimiento.
Annika dio un paso adelante, colocándose frente a Kenji. Su pecho subía y bajaba agitado, no solo por el miedo de perderlo, sino por el instinto que comenzaba a despertar en su interior.
—¡No es un enemigo! —gritó con firmeza— ¡No vino a hacernos daño!
—Entonces que lo diga él —respondió Dayleen, sin bajar la guardia, aunque su voz sonó más suave—. ¿Quién eres y por qué nos sigues?
Kenji no pareció intimidado. Caminó lentamente hacia el claro donde todos lo observaban.
—Mi nombre es Kenji —dijo, con voz clara—. No pertenezco a ninguna manada conocida de este continente. Soy hijo de una de las tantas manadas fue