115. ¿No merecía tu amor?
Las calles de París estaban cubiertas por una delgada capa de escarcha. Era invierno, y aun así, la ciudad parecía brillar bajo la luz gris del cielo. Evelyn observaba los edificios antiguos, el río, los tejados que parecían sacados de una pintura… y sin embargo, lo único que sentía era un nudo en el estómago.
Tauriel caminaba a su lado, serio, con la chaqueta cerrada hasta el cuello y la mirada alerta. Aunque intentaban pasar desapercibidos, eran lobos en tierra extranjera, y ambos lo sabían.
—¿Estás segura de que es por aquí? —preguntó él, sin dejar de mirar el mapa en su teléfono.
—No lo sé —respondió Evelyn—. No es un recuerdo. Es… un olor. Un lazo que tironea dentro de mí.
Su loba se agitaba en su pecho con fuerza contenida. Lo había sentido desde que pisaron la ciudad: un rastro tenue, pero claro. Como el perfume que alguna vez quedó impregnado en una manta, pero que el tiempo jamás borró del todo.
Avanzaron entre calles silenciosas, alejándose del bullicio turístico. Los llevó