50. Marcada por otro
Al terminar el banquete, cuando la música se apagó y cada quien se retiró a sus cabañas semi flotantes, Cassian y Thomas la guiaron hasta un jardín privado.
—Tenemos que contarte la verdad —dijo el anciano Alfa con tono serio.
Frunciendo el ceño, se acercó para sentarse junto a ellos en la mesa de piedra. Y lo que escucho a continuación cambio por completo su forma de ver el mundo hasta ahora.
Le explicaron que lo que conocían hasta ahora era apenas un fragmento del mundo. Que las manadas del oeste, del sur y del este no eran las únicas que existían. Existían otras repartidas más allá del velo protector, más allá de la zona de los pícaros; pero no todas estaban conectadas. Habían otras manadas elementales: hielo, rayo, sombra, espíritu… algunas en guerra, otras dormidas, aisladas de las otras.
—Este mundo es más vasto de lo que imaginaste, Dayleen. Tu destino no es solo aquí. Es más grande —dijo Cassian con gravedad—. La abuela Maery nos dejó claras instrucciones acerca de la el