52. El legado McNally
Más tarde, acompañada por Annika, visitó al Alfa Cassian y al antiguo líder, Thomas Thorne. Ambos la esperaban en una sala privada adornada con reliquias de generaciones pasadas. El aire tenía aroma a pergamino y memoria.
—Queremos mostrarte algo —dijo Cassian con solemnidad.
Puso sobre la mesa un gran álbum cubierto en cuero con símbolos del viento. Lo abrió con cuidado, revelando páginas donde fotografías mágicas se movían suavemente como si respiraran.
—Este es el legado de tu bisabuela —dijo Thomas—. Fue una mujer sabia que llegó con gran conocimiento aquí. Descubrió que era mate de mi padre y le conto sobre su gran misión con la Diosa Selene, él acepto claro está.
Dayleen se quedó sin aliento. Era ella. La mujer del cuadro. Su reflejo más antiguo.
Tenía la misma expresión desafiante, la misma curva en los labios, la misma chispa en los ojos.
Pero lo que más sorprendía era lo que la rodeaba.
Hombres. Varios. Guerreros, sabios, Alfas. Todos distintos.
Y en cada foto