Capítulo 8 —El maletín metálico
Narrador:
Mateo cruzó el pasillo de la mansión Adler con paso firme. No necesitaba pedir permiso, ni mucho menos que alguien lo acompañara. Conocía cada rincón de esa casa como la palma de su mano, y el despacho de su padre no era excepción. Empujó la puerta y entró. Roman Adler estaba detrás de su escritorio, con la mirada fija en unos documentos que dejó de lado apenas lo vio.
—Siéntate, hijo —ordenó, con autoridad, pero con el tono cariñoso que usaba con sus hijos.
Mateo se sentó frente a él, apoyando sobre la mesa una carpeta y un maletín metálico. Abrió este último y sacó varios frascos etiquetados junto con hojas llenas de fórmulas químicas y diagramas.
—Me pediste progresos, papá. La base de la fórmula ya está lista. Logré estabilizar el compuesto: es más potente y requiere menos materia prima. Eso significa mayor pureza y menos costos.
Roman lo observó unos segundos en silencio, exhalando el humo con calma.
—¿Y los efectos?
—El golpe inicial es