Alana despertó lentamente, sintiendo el calor reconfortante de un cuerpo junto al suyo, la luz tenue de la mañana se filtraba a través de las cortinas, envolviendo la habitación en una cálida penumbra, la joven parpadeó para despejar el sueño de sus ojos y, al girarse, se encontró con Otto, dormido profundamente a su lado.
Por unos instantes, simplemente lo observó, permitiéndose disfrutar de la quietud del momento, el rostro del Alpha, a menudo adornado con una expresión seria y dominante, era ahora suave y relajado, tanto así que, parecía tan vulnerable, tan humano, que Alana sintió que una inusitada ternura se apoderaba de ella, porque este no era el alfa que siempre estaba listo para liderar, proteger o luchar, o en su caso, el Alpha cruel que antes la veía de forma despectiva, este era Otto, un hombre con pequeñas particularidades que lo hacían único, incluso entre sus hermanos.
Mientras Alana lo miraba, sus ojos recorrieron su rostro con un detenimiento casi reverente y fue ento