Alana salió de la mansión y se adentró en el jardín, sintiendo el sol en su piel y el aroma a flores frescas en el aire, sonrió con agrado por solo estar en aquel lugar, lo había extrañado y era una de las pocas cosas, pero es que el jardín era un verdadero paraíso, con sus rosas rojas y blancas, sus lirios amarillos y sus gardenias perfumadas, si aquel lugar era una maravilla, pero ahora había algo más que llamaba su atención, y ese era el bosque, había como un llamado silencioso, una invitación sutil en el aire, Alana se sintió atraída por la belleza y la tranquilidad del lugar, y sin pensarlo, se adentró en el bosque que se extendía más allá del jardín.
El bosque era un mundo aparte, con sus árboles altos y sus sombras frescas, el suelo estaba cubierto de hojas secas y el aroma a tierra húmeda y a musgo la envolvía, allí la nieve no alcanzaba a acumularse, ya que eran muchos lobos los que transitaban por allí. Alana se sintió como si hubiera vuelto a casa, aunque sabía que no era a