Elizabeth decidió hacer cambios siguiendo las sugerencias de su psicoanalista. Para no sumirse en la angustia propia del postparto, comenzó a realizar actividades que aliviaran su mente y su cuerpo. Así fue como retomó sus clases de piano y empezó a practicar yoga para distenderse.
Mientras ella se dedicaba a sus rutinas, Adrián y Mercedes se turnaban para cuidar del pequeño Lucas. El orgulloso abuelo no pasaba un solo día sin ir a verlo. Como no había podido disfrutar de la infancia de su hija, al menos le quedaba el consuelo de acompañar los primeros pasos de su nieto. Cuando el bebé estaba despierto, lo tomaba en brazos y le contaba historias fantásticas que inventaba en el momento. Lucas lo miraba deslumbrado y sonreía como si pudiera entenderlo todo.
—El abuelo inventará para ti todas las historias que quieras —le decía, acariciando su pequeño rostro hermoso y regordete.
Mercedes, más estricta en la crianza, solía mirarlo con el ceño fruncido.
—Lo estás malcriando. Después sólo v