Epílogo.
Los años irremediablemente, habían pasado. Y aquellos que alguna vez, fueron jóvenes y con muchos conflictos internos hoy estaban presenciando un acontecimiento importante en la vida de dos de sus hijos.
Veinticinco años habían transcurrido rápidamente y allí estaba Elizabeth —aún tan hermosa y llamativa como siempre— acompañando a su amado hijo mayor, Lucas, quien esperaba en el altar a una radiante Amelia, hija de Lucía y Santiago.
Parecía que, después de todo, Lucía y Elizabeth estaban destinadas a convertirse en familia a través de sus dos hijos.
Federico, peinando varias canas, seguía siendo el hombre elegante y guapo que lograba que las mujeres se lo quedaran viendo cuando aparecía en algún lugar. Pero él, no tenía ojos más que para su esposa a quien seguía amando profundamente. Ella y sus hijos eran todo su mundo.
A su lado, estaban Adrián y también Camila con quien había logrado tener un buen vínculo con el paso de los años.
Más atrás, estaban los otros dos hijos de la pareja: