Ese día, Elizabeth siguió su rutina de los jueves con la misma disciplina de siempre, sin descuidar en ningún momento a Lucas. Se había convertido en una madre dedicada, y al fin había logrado encauzar su relación con Federico.
Esa mañana, ambos habían disfrutado de hacer el amor antes de que su hijo se despertara, incluso tuvieron el raro privilegio de ducharse juntos, algo que pocas veces podían hacer. Lucas ya estaba más grande: habían pasado casi siete meses desde su nacimiento, y el bebé se había acostumbrado a los movimientos de la casa y al cuidado de quienes lo rodeaban.
—¿Qué harás hoy? —le preguntó Federico mientras la abrazaba y le daba un beso de despedida.
—Lo de siempre: voy a clases, luego a yoga… ¡ah! —exclamó llevándose la mano a la frente— Le pedí a Mercedes que se quede un poco más porque me voy a reunir con Lucía a tomar un café.
Él asintió.
—Trataré de venir más temprano para quedarme con él mientras tú haces tus cosas... Descuida —le dijo, acariciándole el cabello