El día del cumpleaños de Federico había llegado. Tenía más que suficientes razones para celebrar: había recuperado a Elizabeth, tenía un hijo hermoso y, además, había logrado que la mujer que tanto daño le había causado a su esposa terminara tras las rejas.
Sin el menor remordimiento, había disuelto la sociedad con la familia de Renata. Presionó tanto al padre de ella que lo obligó a vender las acciones que aún poseía dentro de la empresa. Pero no se detuvo ahí: prácticamente los dejó en la ruina.
Federico había cambiado en muchos aspectos, pero si alguien osaba lastimar a las personas que amaba, no dudaba en destruirlo sin piedad.
Elizabeth le preparó el desayuno y se lo llevó a la habitación. Quería que ese día fuera especial para él. Que, después de todo lo que había sufrido, Federico pudiera disfrutar de un día rodeado de sus seres queridos, totalmente mimado.
Ahora, además de Lucía y Pablo, alguien más sabía el secreto de Elizabeth: Camila. Ella le había prometido guardarlo... al