Federico seguía sumamente preocupado por la situación en la empresa que compartía con los Sáenz. Quería vender su parte, pero en esas condiciones no encontraba un comprador dispuesto. Renata parecía decidida a destruirlo todo si él no aparecía. No le quedaba otra opción más que viajar.
Siguiendo el consejo de Víctor, decidió hablar con Elizabeth.
—Necesito hablar contigo —dijo, justo después de hacer el amor.
Ella lo miró sorprendida; su esposo estaba extremadamente serio.
—¿Pasó algo grave? —preguntó, preocupada.
Él parpadeó. No había forma amable de decirle lo que estaba sucediendo.
—Estoy teniendo graves problemas con la empresa que tengo en sociedad con los Sáenz. Debo viajar. Víctor y un directivo de mi confianza están allí, pero no han logrado solucionar nada. —Respiró hondo, pasándose la mano por el cabello—. Sinceramente, no sé qué pensar.
Elizabeth lo miró seria. Por primera vez en mucho tiempo, Federico volvió a ver en sus ojos esa furia contenida.
—¿Verás a esa mujer?
Él asi