Narrador omnisciente
Cristian entró en la habitación con paso firme, pero el gesto cansado lo delataba. Había pasado la tarde discutiendo con el consejo, conteniendo su rabia, intentando procesar la amenaza que pendía sobre ambos.
Lisa estaba sentada junto a la ventana, con las piernas recogidas contra el pecho. Miraba hacia afuera, pero su mente estaba lejos. El reflejo del atardecer le teñía el rostro de un tono dorado y triste.
Cuando lo escuchó entrar, levantó la cabeza.
—Tardaste —murmuró, sin reproche, solo con un cansancio suave.
Cristian se acercó despacio.
—Sí. El consejo… —se detuvo un segundo, buscando las palabras correctas—. Fue más complicado de lo que esperaba.
Ella lo observó, atenta.
—¿Qué pasó?
Cristian respiró hondo. Quería decírselo. Quería explicarle lo del ultimátum, la Luna Roja, el peligro que pendía sobre su vida. Pero cada vez que ensayaba la frase en su mente, sentía que ninguna palabra sería suficiente.
—Lisa —comenzó, sentándose frente a ella—. Hay algo q