Capítulo 21:

La brisa caliente y con olor a sal que provenía del mar azotaba mi cabello, despeinándome sin que pudiese evitarlo. Abrí mis ojos lentamente, para contemplar la inmensidad del océano frente a mí.

Amaba ir a la playa, siempre había sido así, a pesar de que era una pésima nadadora.

— ¿Otra vez estás absorta mirando hacia allá?— preguntó la suave voz de mi madre a mi espalda.

Giré la cabeza y asentí en su dirección. Ella se sentó a mi lado en la arena, con las piernas pegadas al pecho, imitando mi postura.

— Me encanta venir a este lugar— admití, volviendo la vista a las olas, que golpeaban furiosamente contra la orilla.

Ya estaba anocheciendo, así que la marea era mucho más alta que de costumbre, por ello, el mar estaba mucho más agresivo que el resto del día. Me gustaba hacer eso: sentarme a observarlo cuando estaba en todo su esplendor. Era algo extraño que una niña de diez años se interesara por algo tan enigmático como el océano, pero así era.

— ¿Sabías que aquí fue donde tu padre y
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