NO QUIERO SER SANTA
Tomé el auto y fui sin rumbo, manejé por largo rato sin percatarme de tiempo ni lugar, hasta que me alertó la lucecita que me avisaba que estaba solo con la reserva del tanque.

—¡Puta madre! Solo eso me faltaba, que idiota que soy.

Estaba fuera de la ciudad y francamente no me ubicaba muy bien, por fortuna quedé cerca de un hotel modesto a orilla de la carretera y entré a preguntar por la estación mas cercana.

—Unos veinte kilómetros mas adelante hay una que está abierta las 24 horas —me dijo el joven que atendía en recepción —eran ya cerca de las once de la noche y me sentía un poco perdida, ni de broma llegaría veinte kilómetros mas solo con la reserva.

—¡Joder! Solo a mi me pudo pasar esto.

—¿Disculpe?

—Nada, pues deme una habitación.

—Claro señorita, ya mañana podrá tomar un camión o vemos la manera de auxiliarla.

—Gracias.

Me llenó una hoja simple con mis datos y le pedí para una llamada, mi teléfono se había descargado y quizá Julián me habría estado llamando. Desconfió un poc
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