El sol de la mañana entraba por los ventanales de AGI Arquitectura, dibujando franjas de luz sobre los planos que Rose tenía extendidos sobre su escritorio. Ese primer proyecto ambicioso que le habían confiado la mantenía concentrada desde hacía días: un complejo cultural en el centro de Roma, un desafío arquitectónico que requería tanto precisión técnica como creatividad audaz. Cada línea que dibujaba, cada decisión sobre proporciones o iluminación, la acercaba a la arquitecta que quería ser.
Lorenzo entró con su habitual paso seguro, una taza de café en la mano y la mirada evaluadora que siempre la motivaba.
—Buenos días, Rose —dijo, inclinándose sobre su plano—. Veo que estás ajustando la distribución de los espacios nuevamente.
—Sí —respondió ella, señalando un área—. Creo que si movemos el auditorio hacia el este, podemos aprovechar la luz natural por la mañana. También mejora la circulación de visitantes.
Lorenzo frunció ligeramente el ceño, evaluando la idea. —Interesante. Me g