Los meses habían pasado volando, aunque cada uno estaba marcado por el trabajo intenso en el proyecto más ambicioso que Rose había tenido hasta entonces: un viñedo en la Toscana, un lugar que combinaba naturaleza, tradición y diseño contemporáneo. Desde la planificación de los espacios para las viñas hasta la creación de un pequeño centro de visitantes, Rose se había volcado completamente en cada detalle. Cada mañana llegaba al sitio con la misma energía que el primer día, revisando planos, coordinando con ingenieros y obreros, y ajustando cada rincón del proyecto para que fuera perfecto.

Lorenzo la acompañaba casi siempre, no como jefe esta vez, sino como amigo y confidente. Pasaban horas discutiendo sobre la iluminación natural en los corredores, la disposición de los miradores, o incluso sobre cómo integrar el paisaje circundante de manera que el visitante se sintiera conectado con la tierra y con el vino que ese viñedo produciría. Lorenzo no dejaba de sorprenderla con ideas inespe