—No entiendo, qué significa esto, Giovanni estaba muerto. Lo vimos en un ataúd, ¿Qué es lo que está pasando, Cata? —sollozó Giulia con dolor, su voz quebrada por la angustia y la confusión.

Las lágrimas, gruesas y amargas, resbalaban por sus mejillas, dejando un rastro de desesperación.

La noticia la había golpeado con la fuerza de un rayo, desmoronando la poca paz que había logrado construir tras la pérdida. No podía asimilarlo, su mente se negaba a aceptar una realidad tan contradictoria.

Ella había amado a Giovanni como un hijo, con un cariño profundo y sincero, desde el mismo instante en que descubrieran su existencia. Recordaba vívidamente el día en que Ricardo lo había traído a casa, un pequeño ser que llenó de luz y esperanza sus vidas.

Cada risa, cada travesura, cada momento compartido se había grabado a fuego en su corazón. Para ella, Giovanni no era solo un familiar, era una parte esencial de su alma, un pedazo de su propia historia.

La idea de que pudiera estar vivo, despué