Capítulo 90. No es mi hermano.
Francesco dudaba que tuvieran muchas cosas que decirse; de hecho, la idea de que no hubiera absolutamente nada que compartir se asentaba con una claridad honda en su mente.
No era solo una falta de temas de conversación, sino una certeza gélida de una desconexión profunda e irresoluble.
Cada minuto que pasaba en presencia de ese hombre, cada gesto, cada silencio, solo reforzaba la abrumadora evidencia de que no era su hermano Giovanni.
La ausencia de cualquier chispa de familiaridad, la falta de ese eco compartido de una vida vivida juntos, de anécdotas internas o de esa complicidad tácita que solo se forja con el tiempo y las experiencias compartidas, lo dejaba con una sensación de vacío, extrañeza e incluso una punzada de desilusión.
Era como mirar a un extraño, un impostor incluso, lo que hacía insostenible la idea de una conversación significativa y, peor aún, de cualquier intento genuino de reconectar.
—¿Qué tanto me miras? —espetó Giovanni con un tono brusco, apenas se quedaron