Capítulo 75. Luna de Miel.
La tenue luz de la mañana se filtraba por las cortinas entreabiertas y bañaba la escena con un resplandor dorado y suave. Francesco observaba la figura de Catalina, extendida con una elegancia languideciente sobre las sábanas de lino blanco.
La desnudez de su cuerpo, lejos de ser vulgar, irradiaba una belleza serena y natural, y cada curva y contorno contaba una historia silenciosa. En sus manos, sostenía una rosa de un rojo intenso, cuyos pétalos aterciopelados contrastaban con la tersura de su piel.
Con una lentitud deliberada, Francesco deslizó la rosa desde la base del cuello hasta la columna vertebral. El contacto suave y perfumado despertó una reacción inmediata en Catalina.
Un pequeño escalofrío le recorrió la espalda, erizando ligeramente su piel, y un sonido dulce y vibrante escapó de su garganta.
Era un ronroneo bajo y profundo, similar al de un felino satisfecho, una melodía íntima que llenó el silencio de la habitación y provocó una tierna sonrisa en los labios de Francesc