Capítulo 32. Refugio deseado.
—¡Es una exageración de precio! —exclamó la joven Catalina, sorprendida por el precio del vestido que Lucía acababa de proponerle.
—Considerando que eres una de las diseñadoras mejor pagadas que conozco, ¿te quejas por el importe? —replicó Lucía con una ceja ligeramente arqueada, denotando cierta incredulidad ante la reacción de su nueva amiga.
Lucía se enfrentaba a un dilema silencioso, anticipando la dificultad de explicar a Catalina el destino de una parte significativa del dinero que recibiría por su trabajo.
Parte de ese dinero estaba destinado irrevocablemente a saldar la deuda que aún mantenía con Francesco.
Ese compromiso financiero, aunque tácito, permanecía firmemente grabado en su memoria, y sentía una profunda gratitud por el hecho de que aquel secreto, un vínculo peculiar entre ella y Francesco, permaneciera oculto a los ojos curiosos del resto de la familia Vannucci.
La idea de revelar esa transacción privada la inquietaba.
A pesar de la humillante realidad de haber sido