Capítulo 20. La nueva empleada.
Francesco escuchó atento las palabras de Catalina. Jamás en su vida habría llegado a imaginar, a suponer que la joven tuviera una mente tan brillante. Por supuesto que no la consideraba tonta, pero la pasión con la que hablaba era tal que sus propios problemas con Tobías Praga pasaron completamente a segundo plano.
—¿Cómo posees tal conocimiento? ¿Acaso has laborado en algún establecimiento de joyas? —inquirió tras la pausa que se estableció en la estancia.
—No. En mi justificación puedo alegar que curso la carrera de creación de alhajas. O, mejor dicho, cursaba —expresó, modificando su semblante previamente jovial a uno apesadumbrado.
—¿En serio ignoras mi identidad? —interrogó, apartando los bosquejos y levantándose.
—No, desconozco quién eres. Aunque no se requiere gran perspicacia para discernir que eres un hombre adinerado, quizás extremadamente rico —manifestó, haciendo una gesticulación de desagrado.
Francesco alzó una ceja, mostrando sorpresa ante el matiz utilizado por Catali