Capítulo 16. Charla tranquila.
Una oleada de incertidumbre embargó a Catalina ante el reconocimiento. ¿Debía sentirse aliviada de que aquel hombre fuera su benefactor de hacía dos semanas, o aterrarse ante las posibles implicaciones? ¿Sospecharía él que ella estaba involucrada con sus captores? ¿Tendría el poder de enviarla tras las rejas? Un torbellino de dudas e inquietudes la asaltó.
—Catalina… —pronunció él con suavidad.
—¿De qué manera diste conmigo? —cuestionó ella, su incredulidad hacia las coincidencias era palpable.
En su mente, cada suceso en su existencia obedecía a una lógica de causa y consecuencia. La idea de un encuentro fortuito con aquel hombre era, para ella, inconcebible.
Su presente era la consecuencia inevitable de las decisiones ajenas, un destino forjado por las acciones de todos los demás, excluyéndola por completo de la ecuación. Ella era simplemente una pieza movida por fuerzas externas.
—Tras reponerme, deseé averiguar la identidad de la dama que me había librado de la muerte y encargué a