Arturo se retiró muy enojado, y sentí un vacío inmenso en mi corazón que me impedía tomar aire para respirar con normalidad. Coloqué la mano en mi pecho e intentando controlar la respiración, un fuerte suspiro me ahogó, y el llanto se apoderó de toda mi razón. Arturo quiere llevarse a las niñas y eso me duele. No me dijo que quiere llevárselas para siempre, pero este podría ser solo el inicio de todo.
Intenté alejar los pensamientos tristes de mi mente, y limpié como pude las lágrimas que mojaban mi camisa. Me limpié un poco la cara y salí de casa. Necesitaba caminar, pensar en otra cosa, despejar mi mente. Caminé algunas cuadras, y fue inevitable no pensar en las muchas veces que había hecho ese mismo recorrido para ir a la universidad, salir de paseo con las niñas y mamá, o para ir a la tienda a comprar algo de comer. Sin darme cuenta, ese breve recorrido por las calles de Stowe, eran mi despedida. Nueva York esperaba por mí en los próximos días.
Caminé un poco más y llegué al parqu