El aire en Machu Picchu se tornó denso, cargado de energía y tensión. El portal que Cronos había abierto, alimentado por la misma esencia del titán, palpitaba como un corazón corrupto, latiendo con una intensidad que resonaba en el suelo y en los cuerpos de los combatientes.
Su resplandor púrpura y negro se expandía como raíces venenosas, y cada expansión parecía desdibujar los límites entre la realidad y el caos. Las sombras de Cronos, reforzadas por el poder del portal, se retorcían en espirales amenazantes.
En el centro de todo, Ethan se encontraba rodeado por los mestizos y los dioses, todos conscientes de que esta era la última oportunidad para contener el caos.
Afrodita, aunque su esencia comenzaba a desvanecerse, envió una oleada de calidez desde su conexión con Ethan. Su voz, suave como un susurro, alcanzó a todos.
—No se trata solo del poder que portan, sino de lo que creen. Manténganse unidos. Su fuerza es la clave.
Ethan cerró los ojos un instante, absorbiendo la fuerza