ALFA RHYDAN
Estaba terminando de servir la comida cuando Mila abrió los ojos despacio; su mirada todavía estaba asustada. Me acerqué con la bandeja.
—Hola, ¿cómo te sientes? —le dije.
—Mejor, gracias —respondió, con la voz temblorosa, se notaba que aun estaba asustada. La ayudé para que se sentara y le puse la bandeja frente a ella.
—Siéntate, come algo —le ofrecí—. Abre la boca.
Con cuidado llevé la cuchara a sus labios. Probó la sopa y cerró los ojos.
—Esta sopa… está deliciosa—dijo débilmente.
—La reina Laurenth me enseñó a hacerla —le expliqué en voz baja—. La preparábamos cuando uno de los dos estaba enfermo. Sirve para recuperar fuerzas.
Mila me miró con incredulidad y con una chispa de esperanza.
—¿Conoces a la reina? —preguntó.
Sonreí de manera triste.
—Más que conocerla. Fue mi compañera, pero fui cobarde y engañado, la rechacé por creer que era estéril. Rompí su corazón. Luego la diosa la unió al rey Kaelan; ahora ella es feliz y espera un bebé.
—¿Qué? —murmuró Mila, sorprend