LAURENTH

Avancé lentamente, el corazón latiendo tan fuerte que sentía que todos podrían escucharlo. Frente a mí, se extendía un camino de pétalos blancos de rosa que brillaban bajo la luz de las antorchas. A cada lado, los invitados estaban sentados en solemne silencio, dejando un pasillo despejado para mí. Vi a los alfas con sus compañeras, vestidos con sus mejores galas, y detrás, en pie como guardianes, los betas de cada manada. El aire olía a incienso y a flores frescas; una mezcla que me envolvía como un presagio sagrado.

Mis manos temblaban mientras caminaba, pero cuando alcé la mirada lo vi.

Kael.

De pie al final del pasillo, vestido con un traje negro que realzaba la amplitud de sus hombros. Su cabello oscuro estaba recogido en una media cola, dejando a la vista su rostro perfecto, con esos ojos dorados que me miraban como si solo existiera yo en el mundo. Se veía imponente, hermoso, y la emoción me obligó a sonreír, olvidando por un instante todos mis miedos.

En la primera fi