LAURETH
El suelo de mármol parecía interminable bajo mis pasos. Caminaba al lado de Kaelan, y aunque mi espalda estaba recta y mis manos quietas, por dentro era un huracán.
—Tranquila, lo harás bien —murmuró él, rozando con la suya mi mano.
Respiré profundo, casi conteniendo el temblor.
—¿Y si no me aceptan? ¿Y si piensan que una omega estéril no tiene nada que aportar?
Kaelan me miró de reojo, sus ojos dorados firmes, seguros, con esa calma que me envolvía incluso cuando el mundo se tambaleaba.
—Entonces tendrán que enfrentarse a mí primero.
Me detuve por un instante, procesando sus palabras. No eran promesas huecas. No eran frases para hacerme sentir mejor. Era la verdad más pura. El rey estaba dispuesto a desafiar a todos por mí.
Mi pecho se apretó.
«Diosa… ¿cómo no voy a tener miedo si este hombre me hace sentir tantas cosas al mismo tiempo?»
Llegamos a las puertas del consejo. Dos guardias se inclinaron en cuanto vieron a Kaelan y empujaron los portones. Entramos.
Y lo primero q