Llegamos a casa a las 7 de la mañana, estaba destruida, por más vuelo privado que usara, estar tantas horas con el culo pegado en el asiento cansa. Eitor fue otro en el camino de regreso y lo noté, claro podía entenderlo, le invitaban a casarse con una desconocida, pero sentía que había algo más, me sentía tan agobiada por toda la situación que no sabía si valía la pena llevar mis pensamientos por ese camino. Tenía un marido por atender.
—¡Amor! Al fin en casa —saludó Valentín, recién bañado.
—Hola, bebe, ¿me extrañaste? —pregunté colgándome de su cuello, le dejé un beso casto en la boca.
—¡Mucho! Sabes lo que te amo y lo que me encanta tenerte cerca. ¿Cómo te fue? ¿Qué tal la chica?
—¡Esta noche te compenso! Y tiene que ser esta noche porque hay tantas cosas en las que trabajar, pensar.
—¿Y la chica?
—Es bella, es muy parecida a mi padre, un poco salvaje, es una chica surfista, el maldito de mi padre convivió con ella los últimos siete años, ¿puedes creerlo? Ni una sola palabra, me te