Bajé corriendo hacia dónde estaba Gael, Eitor estaba furiosos como no lo había visto nunca, temí, de pronto quería sexo y sentí por un momento que sabía sobre Gael y yo, sacudí esos pensamientos ¿Cómo iba a saber? Me pregunté.
Su comportamiento no era extraño, lo extraño fue mi reacción y él debió notarla. Después de todo no somos nada, él siempre me lo recuerda y me trata de tonta fastidiosa.
—¡Gael! —lo llame cuando lo vi sentado en el recibidor.
—¿Qué paso? —preguntó tranquilo como siempre.
—Eitor, creo que sospecha.
Él suspiró hondo y miró en otra dirección.
—¿De qué hablas? No pasó nada Jelena, olvida todo, no compliques las cosas —dijo y se dio media vuelta.